Preparando un taller para papás de adolescentes leí un análisis muy interesante de la serie "13 reasons why" que se me quedó rondando en la cabeza. Comenzaba con una valiosa frase que dejó grabada Hannah Baker hablando sobre la verdad:
Spreading a lie – no matter how popular it is – can only cause harm. What can you do from now on to protect yourself and others from any degrading label’s harm, whether the rumors are true or false?
Si es verdad o no, a nadie le importa, en una sociedad en la que la crítica y el chisme se aplauden y disfrutan como un rico manjar, más vale la ley del más fuerte, o quitar el foco de atención con otro caso que genere más polémica y dé de qué hablar. Pero, ¿la verdad?, lo que en realidad sucedió, a nadie le importa. Sin darnos cuenta puede ser que el peligroso veneno del relativismo esté infectando nuestro salón de clase, nuestro grupo de amigos o nuestra familia misma; cuando deja de existir la verdad, todos tenemos derecho a decir o pensar lo primero que se nos venga en mente y no hay espacio para pasarlo por el filtro de la razón, y no importa lo que esto pueda afectar a los demás...
Ese es el inicio de la tragedia de Hannah Baker, todo comenzó con un chisme, la foto que pudo haber sido un recuerdo muy romántico para una niña/adolescente de su primer beso, se convirtió en la prueba (falsa) de que era una fácil, que se había acostado con uno más. ¿Por qué llegaron a esa conclusión?, ¿la foto de Hanna deslizándose en una resbaladilla quiere decir que ella es una zorra?
Sacar las situaciones de contexto, más aún, transmitir una mentira (como bien dijo Hannah Baker) sólo puede causar daño a los demás. ¿Qué habría sido de Hannah si se hubiera sabido la verdad? Pero a nadie le importa la verdad, era más divertido masticar un chisme alimentando la imaginación de tantos jóvenes (niños y adultos) engañados por una idea falsa del amor y la sexualidad.
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